viernes, 23 de diciembre de 2016

Operación de Laminectomía con Instrumentación.
Yolanda Rios de Moreno, noviembre 9 de 2016. Panamá, Rep. de Panamá.

(Nota: Este es un relato informativo de mi experiencia como paciente, por lo que no uso los términos médicos utilizados en las descripciones de mis antecedentes, diagnósticos de radiografías,  sino que solamente copio texto de algunas conclusiones en dichas radiografías.)

Realizada el 4 de enero del 2010.
Por el doctor Javier Alvarado C.
Cardiólogos Asociados de Panamá. Tel. 204-8300 Ext.2170, 204-8462 y 2048463.
De Clínica en Punta Pacífica. Panamá, R. de P.
La paciente, señora Yolanda Ríos de Moreno.
Edad, 62 años.
Diagnóstico: Rotoescoliosis de convexidad izquierda, spondiloartrosis degenerativa, hernia, degeneración de discos, osteofitos marginales en las vértebras lumbares L2, L3, L4, L5, S1.
La operación se realizó con éxito en un Hospital Privado de Panamá.

Antecedentes: El dolor lumbar se inició en el año de 1984, para este año ya había pasado por 3 operaciones de cesárea en las que se utilizó un método de anestesia llamado raquídea, (donde te anestesian a través de la médula espinal), una extracción de pólipo benigno rectal y la histerectomía completa, operaciones que también requieren el método de anestesia de raquídea.

Del año 1984 al 2009, durante los cuales laboraba en administración de apartoteles, me atendía en una institución pública, donde me vieron diferentes ortopedas quienes me recetaban medicamentos para el dolor y fisioterapia, en esta institución también me realizaron radiografías y resonancia magnética que definían claramente la situación de mi columna, pero me indicaban que con el reposo y tratamiento debía recuperarme;  Además, realizaba ejercicios de Yoga y natación que me ayudaban a tener flexibilidad y menos inflamación atenuando los lapsos dolorosos.
Sin embargo, ninguno de estos médicos me refirió a ningún otro especialista, ni me explicaron la gravedad de mi condición, ni la posibilidad de solicitar una pensión por discapacidad a pesar de que, como abonado a esta Institución, habría tenido todo el derecho a tenerla.

En el año 2000, dejé de trabajar por motivos de esta dolencia que me incapacitaba mucho y 5 años después me jubilé. Lo primero que cambié fue la silla giratoria por una estable y con soporte en espalda, que alivianó un poco los dolores que iban de mi cintura hacia las piernas, eran más fuertes en la pierna derecha. Sin embargo, pienso que con el paso de los años, se me hacía cada vez más difícil soportar tanto y constantemente el dolor neurálgico.

En los años 2000 al 2009, estando ya en casa, reposando y cuidándome más, los dolores de mi cadera se fueron haciendo más fuertes, se me ponía la piel caliente, inflamada y roja. No puedo precisar la fecha o el año –creo que en el 2004- fue cuando empecé a sentir que un dolor muy, muy agudo, parecido a un gigantesco y fino clavo caliente que se lanzaba desde el glúteo hasta la planta de mi pie derecho, era insoportable, a veces hasta me hacía gritar, éste no era constante sino esporádico y sumamente fuerte, veloz e hiriente.

Mi esposo me concertó una cita con una especialista en medicina física y rehabilitación, en el año 2005, me hicieron exámenes de neuroconducción y con electrodo de agujas que mostraban un patrón de interferencias disminuido del 75% en el muslo derecho y de interferencias disminuido 50% en los músculos Peroné largo y Gemelo interno bilaterales y Tibial anterior derecho.
Lo cual concluye en: “Radiculopatía L5 bilateral de larga data”.

La doctora me indica que esta condición no es operable pues está en los nervios mismos de ambas piernas.






En estas radiografías se puede ver cómo tenía las vértebras antes de la operación.
Me enviaron innumerables veces ha hacerme fisioterapia en una institución pública y en un hospital privado de Panamá; También me atendieron médicos quiroprácticos y pasaba largos períodos en reposo con pad térmico y pad congelado para aminorar los dolores que con el tiempo se hacían más y más agudos. Utilizaba toda clase de ungüentos y bálsamos que me recomendaban familiares y amigas o que salían nuevos en el mercado farmacéutico.

Tengo más 8 Cd’s con radiografías anteriores y otras imágenes pero no deseo agrandar mi relato.

En el año 2008, mi médico Roberto Icaza, especialista en psiquiatría, viendo mi desesperación por la falta de mejora en esta condición tan incapasitante, me recomendó y me refirió con un colega y amigo de él que se llama doctor Javier Alvarado C., neurocirujano, quien trabaja junto con otros neurocirujanos reconocidos en Cardiólogos Asociados de Panamá.  El doctor Alvarado me recibió esa misma tarde.





En esta imagen  tenía inflamación.









         
        En esta imágen se muestra el disco desgastado.

Y al iniciar la consulta, el doctor Javier Alvarado tomó con suma seriedad mi condición, analizó cautelosamente las diferentes radiografías que ya me habían solicitado anteriormente y algo que le disgustó mucho, fue que las hubieran rayado otros médicos para indicarme dónde veían el problema. Después de algunas visitas, donde me envió a nuevos exámenes de radiografías, me indicó que era mejor utilizar otro método antes de decidir por la operación, pues pensaba que ésta debía de ser la última opción.

Pero el diagnóstico que se podía hacer al observar las radiografías y la resonancia magnética era claro y nos explicó a mi esposo y a mí, con una prótesis plástica articulada de la columna, exactamente cómo pasaban los nervios comprimidos, la posición de la hernia y cómo las vértebras de L5 a S1 tenían rotación formando lo que llaman Rotoesclerosis. 


En esta radiografía se nota la rotoescoliosis y degeneración de los discos.




Me recetó productos para los dolores neurálgicos que contienen, entre otros químicos, diclofenáco y acetaminofen y decidió que primero se debía probar con un “bloqueo” o tratamiento de anestesia especial que va directamente inyectada en un punto de la columna donde se manifiesta el dolor y lo “bloquea”, pero que este procedimiento podría tener un término de 6 a 8 meses en su beneficio. La intervención se hace en un quirófano de hospital, con anestesia y es ambulatoria.  Este método lo realizó dos veces antes de tomar la decisión de operarme la columna. 

El 19 de Noviembre del 2009, me solicita otra Radiografía de Columna Lumbo-sacra donde la conclusión era: Cambios de espóndilo-artrosis lumbro-sacra más acentuado en los niveles L4-L5, L5-S1 y en menor grado L3-L4.  Roto-escoliosis de convexividad izquierda y cambios degenerativos facetarios.

El 26 de noviembre de 2009 el Doctor Alvarado solicita Rx. Columna Lumbar sin contraste con técnicas SE T1W, T2W y una mielografía por RM. Cuya conclusión era: Signos de disminución en calibre del canal a nivel de L3, L4. Cambios degenerativos que afectan la L4-L5 y L5-S1.

En diciembre del 2009 me manda hacer otros exámenes indispensables previos a la operación que son: Laboratorio con hemograma completo y específico de anti-operación, radiografía de los pulmones y estudio del corazón con los especialistas de cada rama, los cuales salieron bien y se anexaron al expediente.
El 22 de diciembre me entrega la orden de ingreso al hospital con los preparativos necesarios para operar el 4 de enero del 2010.

Ese día, me acuerdo muy bien, que entré por la puerta principal a registrarme –sola pues mi esposo iba a estacionar el carro- era muy temprano en la mañana, me condujeron al cuarto de preparación y me prepararon para recibir medicación intravenosa. Yo estaba preocupada por mi esposo, pues pensé que no sabría cómo llegar hasta donde yo estaba, y en efecto no lo vi antes de entrar al quirófano.
El médico anestesiólogo, no recuerdo su nombre, me entrevistó levemente pero, si recuerdo que en forma muy simpática, me explicó el medicamento que me iban a inyectar y su consecuencia.

La operación duró de 6 a 7 horas, creo. Se necesitó solicitar donaciones de sangre ya que mi Tipo es O- (negativo) que no es común.   Y al terminar me condujeron al cuarto de recuperación, donde estuve 4 días en cuidados intensivos y fueron muy delicados y angustiantes, puedo decir que los peores de mi vida; sentía mucho dolor pero sabía que ese dolor era de la operación en sí y no emanaba ya de mi columna. Recuerdo que me tomaban radiografías de la columna cada día, las enfermeras me daban los medicamentos recetados y yo estaba como en un estado de semi-conciencia porque no podía dormir. No podía recibir visitas, solo veía a mi esposo e hija los primeros 2 días y por pocos minutos, realmente me sentía muy sola. Inexplicablemente para mí, escuchaba todo el tiempo el sonido alto de una televisión prendida en otro cubículo y ese ruido me mantenía despierta, no comí nada como en dos días y recuerdo que la primera porción de comida fue una gelatina sin sabor y una sopa líquida.
En la tercera noche me dio un fuerte ataque de ansiedad, sentía que no podía respirar, fue una sensación muy angustiosa, no sé cuánto duró -fue mucho-, hacía señas con la mano, trataba de hablar pero no me salía la voz;  Ninguna enfermera se acercó a mí en esos momentos tan desesperantes, pero empecé a decirme a mi misma que los pulmones no tenían nada que ver con mi operación y que me debía tranquilizar, traté de concentrarme en mi respiración y fui poco a poco haciéndola mas lenta y pausada hasta que me dormí. Al siguiente momento en que desperté (no sabía si era día o noche), estaba junto a mí el médico residente y me iniciaron un tratamiento para oxigenar mis pulmones y me hicieron ejercicios de respiración durante el resto de mi estadía. Se me hacía muy difícil hacer esos ejercicios, era como soplar a un aparato plástico donde se movían tres pelotitas de color celeste claro, medio y oscuro cada una en su propio tubo, y otro era inspirar y retener la respiración por minutos y el uso de oxígeno, yo me sentía muy débil y fatigada como para hacerlos por treinta minutos mañana y tarde pero la terapeuta me animaba y me insistía que eran muy importantes para mi recuperación. Este tratamiento no fue aceptado por la compañía de seguro que tenía y cubrimos personalmente su costo.
Algunas buenas amigas fueron entrando de una en una después, en el tercer y cuarto día, yo las veía pero aún no podía hablar pues me sentía sumamente débil.

Mas adelante, cuando al 5º día me pasaron a un cuarto privado, me enteré de que, como 10 amables personas, se habían ofrecido para donar su sangre; Para ellos guardo mi agradecimiento total y permanente.

Para el 6º día, me di cuenta de la visita del doctor Alvarado, (sé que estuvo todo el tiempo al pendiente, pero yo no me daba cuenta), ya me podía parar y caminar aunque el dolor muscular lo seguía sintiendo; El doctor, después de revisarme me dio salida para el siguiente día. En ese momento me sentí muy feliz y no sentía dolor, yo pienso que era por la felicidad que me daba saber que todo había pasado y que me iba a mi casa.


Radiografía con la imágen donde se aprecia los resultados
 de esta increíble y satisfactoria operación.



La rehabilitación se inició al día siguiente. La misma fisioterapeuta que me atendió en el hospital en otras ocasiones anteriores pudo ir a mi casa para hacérmela.  Al principio no podía mover en absoluto mis piernas, pero ella me tranquilizaba diciéndome que era normal por la anestesia recibida y que poco a poco iba a ir sintiéndolas y moviéndolas por mi misma. Duraban como una hora, ella me ponía compresas frías (hielo), después ella movía mis pies, luego las piernas, seguía con un aparato de rayos infrarrojos y al final colocaba los “Tens” que son como parches por los que mandan pequeñas descargas y movilizan los músculos, todo esto con gran delicadeza. Los dolores siguieron durante todo el tiempo de la fisioterapia, pero sabía que era por la herida de la operación y los músculos que tenían que volver a unirse bien reforzándose y que toda mi recuperación dependía de mi solamente.

La fisioterapeuta me decía que cuando me doliera la cadera o la pierna, me pusiera a hacer ejercicio y así lo hice. Desde el primer día pude levantarme y caminar, con dolor claro, pero las piernas estaban perfectamente bien. En algunos meses inicié el estiramiento de la banda elástica, y mas adelante, iba al hospital para hacer mejores ejercicios en aparatos, como bicicleta estacionaria, con unas pelotas plásticas grandes, caminar subiendo la pierna lo más posible, y subir y bajar escaleras, en casa hacía los ejercicios de movimientos de piernas, el estiramiento de las piernas con banda elástica, además caminar; también hice natación lo que me ayudó muchísimo para mi recuperación general.   Cada año sentía menos dolor y como al 3er. año empecé a sentirme ya sin dolor y podía subir y bajar pocos escalones, al 4º año ya dejé de usar el bastón. Ahora sólo lo uso por precaución.

Después de la operación, cuando ya podía moverme, solicité en la oficina de Senadis que está ubicada en el Corregimiento de Antón, el gafete de discapacitado para el auto, se tienen que llenar unos requisitos que son llenar el formulario, llevar la orden médica, 2 fotografías tamaño carné e indicar si manejan auto, el número de la placa y del chasis.

Hoy 30 de noviembre de 2016, después de 6 años y 11 meses, sólo me queda el esporádico dolor de la Ciática que aparece si me excedo en mis actividades, y me he decidido compartir con el público este proceso por el cual después de casi 25 años de sufrir dolores en el cuerpo, pude recibir la ayuda médica que necesitaba para ponerle un alto a ese desgastante sufrimiento. 

Como anteriormente lo indicó la especialista en medicina física y rehabilitación, la radiculopatía no se puede curar, solo se trata, así que sigo padeciendo de cierta incomodidad en la pierna derecha y no debo estar en una sola posición más de una o dos horas, entre sentada, parada, acostada y movimiento. Este dolor se trata con medicamentos neurológicos, y el debido cuidado en los movimientos que uno realice, como por ejemplo: no puedo caminar largas distancias, ni subir o bajar escaleras altas, no puedo cargar ni empujar cosas que pesen más de 4 kilos (8 libras), no puedo tener movimientos de estiramiento o agacharme sin doblar bien mis rodillas.

Pero aún así, recomiendo que las personas que sufren de su columna vean por todos los medios posibles y a su alcance, un neurocirujano calificado les pueda ofrecer el tratamiento que necesitan.